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Aquel que siembra, salió a sembrar, y mientras sembraba, una parte de las semillas cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y las comieron.
Otra cayó en lugares pedregosos, en donde no había mucha tierra; y luego nació porque la tierra donde estaba no tenia profundidad. Mas el sol, habiéndose elevado en seguida, la quemó; y como no tenía raíz, se secó.
Otra cayó en el espinar, y las espinas, cuando crecieron, la ahogaron.
Otra, en fin, cayó en tierra buena, y dio fruto, algunos granos rindiendo ciento por uno, otros sesenta y otros treinta.
El que tenga oídos para oír, oiga.
Jesús
(San Mateo, Cap. XIII, v. 3 al 9).
Amigo lector.
La faena del sembrar es ardua y sacrificada.
Primero se debe barbechar, esto es preparar el terreno y limpiarlo de malezas dañinas e inoportunas, aflojando la tierra endurecida por las lluvias. Pasados unos días se lanza el abono y las semillas, después se vuelve a cabar de nuevo con sumo cuidado y meticulosidad.
Así se hacía en los campos de mi tierra… y Dios ponía la cosecha.
En el campo del Espíritu la tarea también es difícil y afanosa. El objetivo de la cosecha ya no es la recolección abundante de granos. Es la conquista de corazones para Cristo.
Y henos aquí con azada en las manos barbechando, abonando, sembrando, reconociendo la inmensidad de la huerta y nuestra propia desvalia.
Hemos escogido las mejores semillas del Espiritismo Cristiano y pretendemos sembrarlas en nombre de Dios nuestro Padre de Amor en tu corazón, amigo lector, llenos de esperanza, confiados en que se multiplicarán al ciento por uno…
Estas son nuestras intenciones al poner en tus manos el Anuario Espírita 1993.
..Y de la misma manera que en el campo, al caer la tarde, ya cansados, nos dábamos fuerzas soñando con la germinación, crecimiento, floración, madurez y cosecha… ahora soñamos con despertar corazones para el Cristo de Dios usando su Evangelio de Amor como la mejor semilla….
Y soñando con eso…. al caer la tarde, sonreímos contentos, serenos, manteniéndonos:
¡Firmes con Kardec y fieles a Jesús!
Los Editores.
Caracas, 31 de Diciembre de 1992
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