“¡Gracias, Señor!
Hace cien años, invitaste a Allan Kardec, el apóstol de tus principios, a la revisión de las enseñanzas y de las promesas que dirigiste al pueblo en el Sermón de la Montaña y nos diste El Evangelio según el Espiritismo.
Deseabas que tu verbo, como entonces, se convirtiese en pan de alegría para los hijos de la Tierra y nos llamaste a la caridad y a la fe, para que purificásemos nuestras esperanzas en las fuentes vivas del sentimiento.
¡Mensajes de paz y renovación iluminaron el mundo!
¡Ante tus verdades, que se desentrañaron de la letra, abandonamos los reductos de sombra en los que nos aglomerábamos, magnetizados por nuestras propias ilusiones, y oímos de nuevo tu palabra divina de vida eterna!…
Agradecemos este libro, en el que nos induces a la fraternidad y al trabajo, a la comprensión y a la tolerancia, liberándonos de la influencia de las tinieblas, por la certeza de tus perennes consolaciones…
¡Gracias, Señor, no solo por nosotros, que debemos a esas páginas las más bellas aspiraciones, en las tareas del Cristianismo Redivivo, sino también por aquellos que las transfiguraron en brújula salvadora, en los laberintos de la obsesión y de la delincuencia; por los que las abrazaron, como áncoras de apoyo, en tenebrosas noches de tentación y desesperanza; por aquellos que las consultaron, en los días de aflicción y desaliento, aceptando sus directrices seguras en las veredas de las pruebas regeneradoras; por los que las transformaron en bálsamo de consuelo y paciencia, en los momentos de angustia; por los que oyeron, junto a ellas, tu pedido de oración y de amor para el bien de los enemigos, olvidando las afrentas que les cercenaron los corazones; por los que las apretaron junto a su pecho, para que no cayeran asfixiados por el llanto de la nostalgia y la desolación frente a la muerte; y por todos aquellos otros que aprendieron con ellas a vivir y a confiar, a servir y a desencarnar, bendiciendo tu nombre!…
¡Oh! ¡Jesús! ¡En el luminoso centenario de El Evangelio según el Espiritismo, en vano intentamos articular, ante ti, nuestra
gratitud jubilosa!… Permite, pues, que agradezcamos en oración a tu abnegación tutelar y, extasiados ante el Libro Sublime, que revive la presencia tuya entre nosotros, deja que podamos repetir, humildes y reverentes:
¡Gracias, Señor!…”
Los Editores
Caracas, Venezuela, 31 de diciembre de 2013