- Publisher: Mensaje Fraternal
- Edition: IDE
- Available in: Mensaje Fraternal
La Justicia Divina Según El Espiritismo
¿Cuál es el destino del hombre después de la muerte física? ¿Cuáles son las causas del temor a esa muerte? ¿Existen el Cielo y el Infierno? ¿Merece crédito la antigua creencia en los ángeles y demonios? ¿Cómo procede la Justicia Divina?
Estas y otras cuestiones relacionadas son debidamente esclarecidas, en la Primera Parte de esta obra, a la luz de la lógica y de las enseñanzas de los espíritus. En la Segunda Parte, titulada Ejemplos, Kardec registra numerosas comunicaciones de Espíritus – clasificados por categorías, tales como: felices, sufridores, arrepentidos, Endurecidos y suicidas – que ejemplifican la doctrina expuesta anteriormente
– Nosotros vivimos, pensamos, actuamos, he aquí lo que es positivo; nosotros morimos y eso no es menos cierto. Dejando la Tierra ¿para dónde vamos? ¿En qué nos convertiremos? ¿Seremos mejores o peores? ¿Seremos o no seremos? Ser o no ser, tal es la alternativa; es para siempre o para nunca; es todo o nada: o viviremos eternamente, o todo acabará sin retorno. Bien vale la pena pensar en eso.
Todo hombre siente la necesidad de vivir, de gozar, de amar, de ser feliz. Decidle a aquél que sabe que va a morir que él vivirá aún, que su hora será retardada, decidle, sobretodo, que será más feliz de lo que nunca fuera, y su corazón va a palpitar de alegría. Mas, ¿para que servirían esas aspiraciones de felicidad si un soplo puede hacerlas desvanecer? ¿Hay algo más desesperante que ese pensamiento de la
destrucción absoluta? ¡Afectos santos, inteligencia, progreso, saber laboriosamente adquirido, todo será aniquilado, todo estará perdido! ¿Cuál sería la necesidad del esfuerzo para volverse mejor, de la represión para contener sus pasiones, de fatigarse para adornar su Espíritu, si de eso no se debe recoger ningún fruto, sobretodo, con ese pensamiento de que mañana tal vez eso no nos servirá ¿de nada? Si así fue, la suerte del hombre sería cien veces peor que la del animal, porque el animal vive enteramente en el presente, en la satisfacción de sus apetitos materiales, sin aspiración en cuanto al futuro.