Con el lanzamiento del Anuario Espírita 2005, logramos alcanzar veinte ediciones en esta nueva etapa (1986-2005), llevando buenas noticias a nuestros queridos lectores. Agradecemos a Jesús por la oportunidad de servicio que nos ha brindado, a todos cuantos han cooperado también con esta magna empresa y especialmente a los numerosos amigos que el trabajo nos ha granjeado. Pero todavía falta mucho por hacer…
A finales de 2004 nos enteramos de esta pequeña historia que decidimos compartir con nuestros lectores.
En enero de 2002, Chico Xavier estaba muy enfermo. El Dr. Elías Barbosa, gran amigo y médico de confianza, fue llamado a su lado para atenderle y, en un momento dado, le comenta: –Hijo mío, usted que acostumbra recetar libros espíritas a sus pacientes, no se olvide de recomendar la lectura del libro Buena Nueva de nuestro Humberto de Campos, porque, lamentablemente, parece que la Humanidad se está olvidando de Jesús. Inspirados en esta súplica de nuestro querido Chico te hacemos un llamado, Amigo lector: ¡Participa y colabora en la divulgación de nuestra amada Doctrina Espírita! Los elevados costos de envío y la indiferencia de muchos hermanos dificultan sobremanera la difusión
del Libro Espírita. ¡Sólo con tu ayuda podremos continuar!…
Emulemos al Apóstol Allan Kardec y hagamos de la divulgación espírita la obra de nuestras vidas. Sabemos que el mejor homenaje que le debemos rendir ahora y siempre, es aprender a vivir, cada día, de acuerdo con los principios de la más pura moral evangélica, consolidados en la Doctrina Espírita, que se reflejen en actitudes verdaderamente cristianas, en todas las acciones y gestos, palabras y pensamientos, sentimientos e ideales, recordando su existencia y siguiendo su ejemplo. Concluimos invitándoles a reflexionar sobre las siguientes palabras del insigne Maestro, con la esperanza de que
iluminen nuestras conciencias.
“El Espiritismo, sacándome de la obscuridad, me ha lanzado a un camino nuevo; en poco tiempo me hallaba arrastrado por un movimiento que estaba muy lejos de prever. Cuando concebí la idea de El libro de los Espíritus, mi intención era la de no ponerme en evidencia y permanecer desconocido; pero pronto reconocí que no era posible y hube de renunciar a mis gustos de soledad, so pena de abdicar a la obra emprendida y que crecía cada día; fue necesario seguirle el impulso y tomarle las riendas. A medida que ella se desenvolvía, un horizonte más vasto se desarrollaba ante mí y le hacía etroceder los límites; comprendí, entonces, la inmensidad de mi tarea, y la importancia del trabajo que me restaba hacer para completarla; las dificultades y los obstáculos, lejos de asustarme, redoblaron mis energías; vi el objetivo y resolví alcanzarlo con la asistencia de los buenos Espíritus. Sentí que no tenía tiempo que perder, y no lo perdí en visitas inútiles, ni en ceremonias ociosas; esa fue la obra de mi vida, a la que le he dado todo mi tiempo, a la que he sacrificado mi
reposo y mi salud, porque el porvenir estaba escrito ante mí con caracteres irrecusables”.
Caracas, 31 de diciembre de 2004.