En una campaña publicitaria realizada en Europa, sus promotores anuncian que “probablemente Dios no existe”, y por la
importancia del tema, este planteamiento ha calado profundamente en la población. Este nuevo síntoma nos advierte del avance desmesurado del materialismo en el Mundo, sin que las religiones tradicionales con sus dogmas irracionales y decadentes, tengan posibilidad para contenerlo. ¿Tendrá “La Biblia”, con su acervo de riqueza espiritual, algún elemento útil y veraz, capaz de combatir esta incredulidad creciente? ¡Sí que los tiene! Mencionaremos dos: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón.” (Salmo 24: 3 y 4) Y, “Bienaventurados los de limpio corazón porque ellos verán a Dios”. Jesús. (Mateo 5:8). Sí, son los de manos y corazón puros que estarán con Dios y lo verán, dando fe de que Él existe. Pero, en un mundo donde imperan otros supuestos valores, es muy difícil encontrar personas con estas particularidades morales de limpieza de actos y sentimientos. Personas, cuyo atributo es el de una conciencia absolutamente limpia. Sin embargo, aquellos que lo han logrado, viven en perfecta comunión con Él. Entonces, el planteamiento no debería ser: “Si Dios existe, ¿dónde se encuentra?”, sino, ¿cómo desarrollar las necesarias condiciones de pureza moral para verlo y compartir con Él la íntima relación de Padre, generoso y bueno? El Dr. Adolfo Bezerra de Menezes (1831-1900) cristianoespírita ejemplar, político impoluto y médico humanitario, vivía de acuerdo a la Ley de Dios, haciendo el bien siempre y reflejando en todas sus acciones su Voluntad, lo que le valió el título de Médico de los Pobres, por su dedicación, desinterés y amor a la Humanidad. El “Anuario Espírita 2009” rinde modesto homenaje a este ser tan especial, capaz de desprenderse hasta de su anillo de graduación
como Médico, para dárselo a los pobres…
Amigo lector: Un ejemplo vale más que muchas palabras. Sigamos luchando para un día alcanzar la relativa perfección que nos permitirá decir como Jesús: “Mi Padre y yo somos uno”. Pues, la mejor manera de combatir la incredulidad es mostrándole a todos, a través de nuestra transformación moral y del bien que hagamos, la Esencia Divina que se encuentra en nosotros mismos.
Caracas, 31 de diciembre de 2008.