Al aproximarse el final del milenio, estamos presenciando como surge un novedoso acontecimiento de resonancia mundial, vinculando a los pueblos, en toda la superficie del planeta, motivado por intereses económicos que, no obstante, se traducen en un nuevo entendimiento en la convivencia entre las personas, derrumbando barreras separatistas.
Se trata de la llamada globalización, o sea, de la más amplia apertura posible, si bien, se encuentra aún en su fase inicial de barreras económicas con las cuales, cada pueblo, procuraba defender un mercado para sus productos dentro de sus propios límites.
Cediendo cada país un espacio al trabajo competitivo del exterior, a cambio, recibió la posibilidad de lograr con sus productos, una amplia penetración en todos los demás países con los cuales pasó a comerciar.
Con esto se creó una interdependencia entre los participantes, de tal suerte que, la crisis de cualquiera de ellos, afecta, de alguna forma, la estabilidad de los demás, pudiendo estremecer todo el conjunto, de manera que se torna de interés general socorrer la dificultad de algunos para preservar la salud global del sistema Pero, al lado de ese aspecto económico, surgen hechos de integración social, de consecuencias relevantes, para la convivencia de pueblo a pueblo,
como ya ocurre con la Comunidad Europea, donde las más diferentes etnias se confunden en una comunidad que dispensó las trabas de las clásicas consecuencias de las fronteras, como barreras aduanales, permiso formal
de acceso, estando por adoptar, y esto es lo más significativo, una moneda única para todos los países que la integran.
De nuestro lado americano, del sur, del centro y del norte, ya está esbozada y caminando, otra comunidad que procura copiar el modelo europeo. Así pues, dentro de poco, la integración, económica y social, de estos pueblos será un hecho. Para quien pasó toda la vida registrando profecías catastróficas para el final del milenio y ve llegar ese clima mundial de interdependencia económica y de integración social entre los pueblos, tiene una prueba más de que el día de mañana pertenece sólo a Dios, y que su misericordia infinita es aún inaccesible al entendimiento humano.
Querido lector, nuestro ANUARIO ESPÍRITA nació y convivió con el ideal de integrar a la familia espírita de todo el Mundo, suministrando noticias, informaciones, estudios doctrinarios, que muestran su acción bienhechora y su progreso constante.
Cada uno de los 14 años de su vida, hemos procurado registrar todo lo que pudiese ser relevante para los archivos de la historia de la Doctrina Espírita. Y es así, con ese espíritu, de colaboración y de servicio, que estamos entregando, al amigo lector, el capítulo referente al año de 1998, en el umbral de un nuevo año que esperamos sea de paz y de prosperidad,
a través del número 14, del ANUARIO ESPÍRITA, el de 1999.