Apreciado lector:
Al entregar a tu corazón amigo las páginas de esta nueva edición – la del Anuario Espírita 2000 – bullen en nuestra mente innumerables temas que deberían ser comentados en esta Presentación. Como por ejemplo:
Los fenómenos naturales, que han causado en 1999, la desencarnación de millares y millares de personas, numerosos heridos y damnificados, la pérdida de cosechas y otros bienes materiales, creando situaciones delicadas y difíciles en innumerables comunidades, para que la Justicia Divina se cumpla y el rescate impulse el progreso y la comprensión
mayor de la vida.
La situación general de la mujer y de la madre en particular, que muchas veces, por sí sola, debe hacer frente a las necesidades del hogar, cuando la presencia paterna, ha desertado, parcial o totalmente, del cumplimiento de las obligaciones inherentes a su misión, y que, por tanto, reclama con urgencia ayuda para “sacar adelante” a su familia.
El estado de muchos niños y jóvenes, que confundidos por una sociedad de consumo, indiferente a sus necesidades vitales, imploran el apoyo de Programas serios de Educación Moral que puedan implantar en esas conciencias que están empezando a contar los días de su vida material, el Código de Amor Universal, representado con meridiana claridad por el Evangelio de Jesús. Sabemos que la gran tarea de todas las instituciones que tienen como fundamento de su estructura básica la Doctrina Espírita, es fomentar la educación, para que el hombre de hoy y el de mañana pueda afrontar con dignidad los grandes retos de la presente encarnación y regresar a la vida mayor enriquecido espiritualmente como triunfador de su destino. La omisión de esta tarea causa desastres sociales que turban el optimismo natural de todo espírita sincero.
El olvido casi total en el que subsisten innumerables Centros Espíritas, cuyas modestas sedes enclavadas en pequeñas ciudades, aldeas, pueblos y a veces, hasta países enteros, esperan por el apoyo, el ejemplo y la solidaridad de los verdaderos espiritistas. Nos preocupa mucho, querido lector, ver, con demasiada frecuencia, como se omite casi por completo la parte más importante de nuestra amada Doctrina – la Moral – que sienta sus bases en el Evangelio, nace con Jesús, y es el aliento que le da su razón de ser, fuerza y vida. La omisión de estos principios y su aplicación práctica a la vida de cada uno y al conglomerado social, acarrea importantes atrasos en el camino establecido por Dios para ser recorrido por la raza humana y consecuentemente graves compromisos personales y endeudamientos onerosos con la Ley. Sentimos que Jesús y su Evangelio de amor representan la esencia de la Doctrina Espírita. Es el momento de recordar a la Madre Teresa de Calcuta, cuando repetía: “Hay que hablar menos de amor y amar más” o “Hay que hablar menos de los pobres y hablar más con los pobres”. Aquellos Centros Espíritas que mantienen lazos de solidaridad y vínculos fraternales con las comunidades, aplicando en la práctica las enseñanzas de Jesús y Kardec, en la Asistencia Social, son instituciones fuertes y bien encaminadas.
Las disputas por ocupar los primeros lugares ocasionan, a veces, interpretaciones erróneas de los principios que nos reúnen. Con harta frecuencia olvidamos devolver bien por el mal recibido y seguir el ejemplo de Jesús, Kardec y tantos otros apóstoles silenciosos que no vinieron a “sentarse a la mesa, sino a servir”.
A pesar de todos estos problemas que se irán resolviendo en la medida en que el hombre se vaya espiritualizando y tomando conciencia de sus deberes y responsabilidades ante la Vida, queremos registrar la creciente divulgación que tienen los principios de la Doctrina Espírita, Codificada por el Maestro Allan Kardec, en los medios de comunicación
social y su popularidad entre ciudadanos de distintas clases, religiones y filosofías, generando con ello, entusiasmo y esperanza entre los Obreros del Bien.
Amigo lector: ¡No imaginas con cuánta alegría y emoción, luego de vencer innumerables dificultades, pero, contado también con el apoyo de venerables instituciones amigas, radicadas en Brasil, que nos ayudan en la distribución mundial de nuestras ediciones, llegamos a tus manos y a tu corazón! ¡Recíbenos con la misma alegría y emoción que sentimos al entregarte, con votos de mucha paz, este Anuario Espírita 2000!
Hazlo llegar a los seres que más amas y ayúdanos orando a Dios por todos nosotros, para que podamos seguir sirviéndote. Hoy, mañana y siempre…