- Publisher: Mensaje Fraternal
- Editor: IDE
- Edition: IDE
- Available in: Mensaje Fraternal
Nuevo Amigo
Por lo general, los prefacios, sirven para presentar a los autores, exaltándoles sus méritos y comentándoles la personalidad. En este caso, la situación es diferente.
Inútilmente los compañeros encarnados buscarían al médico André Luiz en los directorios convencionales. A veces, el anonimato es hijo legítimo del entendimiento y del verdadero amor. Para redimirnos del pasado escabroso, se modifican las tablas de la nomenclatura usual en la reencarnación. Funciona el olvido temporal como bendición de la Divina Misericordia. André precisó, igualmente, cerrar la cortina sobre sí mismo. Por eso no podemos presentar al médico terrestre y al autor humano, sino al nuevo amigo y al hermano en la eternidad.
Para traer valiosas impresiones a los compañeros del mundo, necesitó despojarse de todas las convenciones, inclusive la del propio nombre, para no herir corazones amados, envueltos todavía en los viejos mantos de la ilusión. Los que recogen las espigas maduras, no deben ofender a los que plantan a distancia, ni perturbar la siembra verde, aún en flor. Reconocemos que este libro no es único. Otras entidades comentaron ya las condiciones de la vida, más allá de la tumba…
Sin embargo, desde hace mucho, deseamos traer a nuestro círculo espiritual a alguien que pueda transmitir a otros, el valor de la experiencia propia, con todos los detalles posibles a la legítima comprensión del orden, que preside el esfuerzo de los desencarnados laboriosos y bien intencionados, en las esferas invisibles a la vista humana, aunque íntimamente ligadas al planeta. Con seguridad, numerosos amigos sonreirán al contacto con determinados pasajes de estas narraciones. Es que lo inusual causa sorpresa en todos los tiempos. ¿Quién no se sonreiría en la Tierra, años atrás, cuando se le hablase de aviación, de electricidad o de radiofonía? La sorpresa, la perplejidad y la duda son propias de todos los aprendices que aún no pasaron por la lección. Es más que natural, justísimo. No comentaríamos, de ese modo, ninguna impresión ajena. Todo lector necesita analizar lo que lee. Nos remitimos, pues, tan sólo al objetivo esencial del trabajo. El Espiritismo gana extensa expresión numérica. Millares de criaturas se interesan por sus trabajos, modalidades, experiencias. No obstante, en ese campo inmenso de novedades, no debe el hombre descuidarse a sí mismo. No basta investigar fenómenos, adherirse verbalmente, mejorar la estadística, adoctrinar conciencias ajenas, hacer proselitismo y conquistar favores de la opinión, por más respetable que ella sea, en el plano físico. Es indispensable reflexionar sobre el conocimiento de nuestros infinitos potenciales, aplicándolos, a nuestra vez, en los servicios del bien. El hombre terrestre no es un desheredado. Es hijo de Dios, en trabajo constructivo, vistiendo el ropaje de la carne; alumno de benemérita escuela, donde precisa aprender a elevarse. La lucha humana es su oportunidad, su herramienta, su libro. El intercambio con lo invisible es un movimiento sagrado en función restauradora del Cristianismo puro; por tanto, que nadie se descuide de las necesidades propias, en el lugar que ocupa por la voluntad del Señor. André Luiz viene a contarte, lector amigo, que la mayor sorpresa en la muerte carnal, es la de colocarnos cara a cara con nuestra propia conciencia, donde edificamos el cielo, nos estacionamos en el purgatorio o nos precipitamos en el abismo infernal; viene a recordarnos que la Tierra es un taller sagrado y que nadie lo menospreciará sin conocer el precio del terrible engaño al que sometió a su propio corazón. Guarde su experiencia en el libro del alma. Ella dice muy alto que no le basta al hombre apegarse a la existencia humana, sino que necesita aprovecharla dignamente; que los pasos del cristiano, en cualquier escuela religiosa, deben dirigirse verdaderamente al Cristo, y que, en nuestro campo doctrinario, necesitamos en verdad del ESPIRITISMO y del ESPIRITUALISMO, pero más, mucho más, de ESPIRITUALIDAD.
EMMANUEL
Pedro Leopoldo, 3 de octubre de 1943.